#01 Filosofía del Futuro

¿Por qué filosofía del futuro?

¿Por qué filosofía del futuro?

Así como en su momento lo hizo la máquina de vapor, hoy la computadora es primer motor y expresión característica de la revolución productiva que define su época. Como en todas las (poquísimas) revoluciones tecnológicas que produjimos, ni la efervescencia del desarrollo, ni el surgimiento de conocimientos y técnicas de vanguardia, ni la explosión de nuevas ideas y diseños de artefactos son tendencias localizadas. Al contrario: son transversales a todas las disciplinas y áreas de desenvolvimiento humano. Esta transversalidad se pone de manifiesto también en la filosofía: desde la filosofía de la mente, que se nutre de los desarrollos últimos en materia de ciencias cognitivas, o desde la filosofía de las ciencias, que comienza a incluir problemas propios de disciplinas como las neurociencias, la computación, la biología sintética, entre otras, hasta disciplinas tan antiguas como la ética o la metafísica, que se vuelven fundamentales para conceptualizar y discutir usos y descubrimientos en materia de inteligencia artificial, bioingeniería o información, cada disciplina filosófica cuenta con problemas y preguntas que surgen del seno de la revolución productiva actual. Desde ninguna sola de estas áreas filosóficas puede agotarse el campo de problemas que significa el pensar esta revolución tecnológica, científica y productiva desde una perspectiva filosófica.

Así como a veces ciertas disciplinas se dividen para especializarse y profundizar, también, a veces, se unen diversas disciplinas para fortalecerse en torno a aquello que comparten. Hoy, este último fenómeno se da entre las diversas perspectivas que transversalmente surgen en la filosofía a partir de su contacto con las vanguardias técnicas.

En primer lugar, un objeto de estudio en común que justifica la primera definición de “filosofía del futuro” como campo autónomo de trabajo: filosofía del futuro como filosofía del futuro, es decir, filosofía que, desde diversas perspectivas y áreas de trabajo, toma a las vanguardias, al futuro, como objeto. 

Además, hay dos posiciones respecto del rol de la filosofía que, en general, son sostenidas por quienes hacen filosofía del futuro: 

Por un lado, el reconocer la importancia de la filosofía para pensar las vanguardias. En tiempos de aceleración, es riesgoso sacar conclusiones apresuradas. La desinformación en el periodismo, los discursos poco reflexionados (o acaso interesados) que provienen del mundo empresarial, así como también el poder de modificación de nuestras cotidianidades que significa, hoy, el diseño de ciertas tecnologías, nos dan la pauta de que, para pensar la actualidad de la técnica y para pensar el futuro de la humanidad, las herramientas de reflexión y análisis que brinda la filosofía no sólo son útiles sino que son, además, necesarias. Esto nos lleva a una segunda definición de filosofía del futuro: filosofía para el futuro, entendida como el conjunto de herramientas conceptuales y discusiones propias de la filosofía que son el mínimo indispensable a tener en cuenta para que desde la biología, el derecho o la ingeniería se logre pensar en profundidad los problemas filosóficos que les pudieran surgir a partir de la práctica en sus respectivas disciplinas, y sobre dónde estamos hoy, hacia dónde vamos, y hacia dónde queremos ir. 

Por otra parte, el reconocer que la filosofía, tanto en su orientación práctica como teórica, no puede hacer caso omiso de la profundidad de los desarrollos en estas vanguardias. Casi ningún problema filosófico puede comprenderse cabalmente sólo a partir de desarrollos filosóficos previos. Es más, es difícil encontrar algún problema filosófico para el que no exista ningún desarrollo científico o tecnológico que le sea de plena pertinencia. Esta segunda propuesta da lugar a la tercera definición de “Filosofía del futuro”, esto es, filosofía del futuro como “futuro de la filosofía”. Esto dicho en un sentido no ambicioso, sino casi trivial: así como la filosofía que hoy heredamos se forjó incorporando debates surgidos del análisis y la crítica de desarrollos técnicos y científicos de diversas épocas, es negligente afirmar que la filosofía en el futuro no incorporará en su cuerpo de conocimiento las discusiones filosóficas surgidas de los desarrollos técnicos y científicos propios de nuestra época. La filosofía se vuelve infinitamente más rica, humana y pertinente cuando se nutre de los discursos científicos y técnicos, tanto para criticar sus bases como para construir sobre ellas. La filosofía que se cierra sobre sí misma corre el riesgo de oxidarse o disolverse.

La filosofía del futuro es, a fin de cuentas, como la más antigua de las filosofías, una filosofía del diálogo: queremos salir de la filosofía y entender, estudiar y discutir qué está pasando afuera, en esas áreas que crecen y crecen, y que están haciendo tanto ruido. Y creemos, también, que desde la filosofía tenemos mucho que aportar a la comprensión y reflexión respecto de no sólo aquello que está pasando sino de lo que queremos que pase con todo esto, de lo que no queremos que pase, y de qué repercusiones a nivel humano y global tiene cada desarrollo técnico-científico.

Hablar de “filosofía del futuro” beneficia al conjunto de las personas que se dedican a las distintas temáticas y problemas que se enmarcan en ese concepto. A partir de la labor conjunta y la inclusión de una variedad de miradas al discutir y analizar un mismo objeto de estudio, la comprensión del mismo se vuelve más completa. Además, mostrar que se trata de una corriente de trabajo sistemático, sumamente interesante, e igualmente útil para la práctica política, económica, ingenieril y de diseño, hace que el área, como todo, gane visibilidad . La producción y la divulgación conjuntas benefician a la filosofía del futuro porque ayudan a fortalecer el nexo entre práctica filosófica y vanguardias actuales en el campo de la técnica.

Por último, vale aclarar que la filosofía del futuro no puede ser habitada solamente por personas del ámbito de la filosofía. Sin una diversidad de voces con distintas experiencias en aquellas áreas que son objeto de nuestra discusión filosófica corremos el riesgo de hablar desde la ignorancia o la superficialidad. Esto hace fundamental al trabajo interdisciplinario y la incorporación a la discusión filosófica de personas que se especialicen en todo campo en el que afloren las nuevas ideas, nuevos diseños, nuevas relaciones de poder; campos que, en su explosivo desarrollo, resumen lo que significa el Siglo XXI para la historia del pensamiento.