#02 Cómo organizamos nuestro conocimiento

Cómo organizamos nuestro conocimiento

Cómo organizamos nuestro conocimiento

¿Cómo organizamos nuestro conocimiento? ¿Cuáles son los procesos a través de los cuales nos movemos entre distintas ideas? ¿Cómo podemos aplicar efectivamente estos procesos a la cantidad de contenidos producidos a través de la historia? Estas y otras preguntas similares fueron problemas relevantes desde los primeros manuscritos de Sumeria hasta la actual era de Internet.

            En 1945, llegando la Segunda Guerra Mundial a su fin, el científico e ingeniero Vannevar Bush se percató de la importancia que tiene contestar estas preguntas. Como investigador que durante la guerra dedicó sus esfuerzos al desarrollo armamentístico (este personaje formó parte del Proyecto Manhattan), reflexionó acerca de su propia reinserción en el ámbito académico y sobre las condiciones mismas en que esa investigación era producida: en particular, el fenómeno de la especialización creciente y el aumento vertiginoso de la velocidad con que se producía, así como también la inadecuación que los métodos de publicación y difusión tenían con respecto a esta nueva realidad cada vez más instalada. Esto lo llevó a enfatizar la necesidad en la que se encontraba la comunidad científica de reinventarse como modo de hacer frente a estas dificultades.

            Fue así que en su artículo “As we may think”, tematizó esta situación y llamó a la innovación en las formas de producción y de acceso al conocimiento. En particular destaca su descripción de un artefacto al que llamó “Memex”, bastante similar a nuestras computadoras actuales, que permitiría almacenar y acceder de forma más efectiva a contenidos textuales, como por ejemplo correspondencia, textos, noticias, entre otros. Aunque este proyecto nunca fue implementado por sus costos elevados, el punto más interesante se halla en su propuesta conceptual, vinculada al modo en que la información era accedida. Hasta el momento, la mayoría de los objetos que permitían guardar información lo hacían por medio de índices, que no priorizaban la experiencia del usuario y la generación de una interfaz amigable. La propuesta de este aparato apuntaba a modificar precisamente eso: se utilizaría un método de asociación entre pares de contenidos, en donde el operario del Memex podría relacionarlos por medio de ‘caminos’ (trails), que se visualizarían en la interfaz como líneas que conectan dos o más documentos en los lugares en los que el usuario lo deseara. La situación que llevó a estas ocurrencias de Bush puede recordarnos a aquella en la que se encontró el filósofo inglés John Locke, cuando para hacer frente a la universalidad del pensamiento ilustrado, desarrolló el método del locus communis para la confección de cuadernos que permitieran acceder de forma rápida a entradas antiguas u olvidadas.

            Estas ideas, surgidas del campo de la ciencia y de la técnica, tuvieron también un impacto en la filosofía que las sucedió. El pensador estadounidense Ted Nelson consideró que las ideas de Bush abrían un nuevo camino para pensar en el campo de la búsqueda de información, pero necesitaban ser ajustadas. Fue así que decidió llevar la discusión un paso más adelante, lo que quedó ilustrado en un artículo titulado “As we will think” en clara referencia al artículo del ’45. Allí sintetiza una postura que hacía tiempo defendía, según la cual el concepto de ‘camino’ de Bush debía ser generalizado al concepto de ‘hipervínculo’, de su propio cuño y hoy tan asiduamente utilizado por lxs usuarixs de Internet. Nelson pone el énfasis en un punto vital, que es que cuando Bush pensó en el método de acceso a la información por asociación, no lo hacía como resultado de un ingenio tecnológico. Por el contrario, la observación es que es así como las personas pensamos, y que por esa razón es así como tendría más sentido para nosotros que funcionen nuestras máquinas. Contando con el poderío técnico que las computadoras habían adquirido desde el fin de la Gran Guerra, y motivado por su radicalización de esta idea, Nelson llevó a cabo su propia implementación, Xanadú, en la que los hipervínculos se visualizaban en una pantalla de forma explícita, para generar una experiencia de lectura enriquecida. En ésta ya no se imponía un orden de lectura que implicara la linealidad del texto, sino que el camino se trazaría con la propia lectura.

            Pero, ¿qué sucedió con todo esto en el último tiempo? Cuando Tim Berners Lee creó los protocolos HTTP en el colisionador de hadrones, lo que luego sentaría las bases de las comunicaciones entre servidores y clientes a lo largo del mundo, naciendo de esa forma lo que hoy conocemos como Internet, los antecedentes que estaban en su cabeza eran Bush y Nelson. Sin embargo, el objetivo que estos pioneros tenían en mente era, en palabras de Doug Engelbart, ofrecer una “aproximación a la mejora de la efectividad intelectual del ser humano”. ¿Es Internet la realización de este sueño?

            No hay duda de que en el aspecto técnico las propuestas no sólo fueron realizadas, sino que también fueron superadas. La WWW forma una compleja red de hipervínculos que puede ser accedida desde múltiples plataformas, ya sean motores de búsqueda, wikis o redes sociales. Aunque actualmente Nelson sea un duro crítico de la interfaz de esta red (sigue vivo y aún desarrolla nuevas versiones de sus ideas), no se puede negar el enorme trabajo que se hace desde el área de User Experience (UX), dedicado a garantizar un acoplamiento ágil y efectivo entre usuarix e interfaz. De todos modos, no hay que dejar de notar que detrás de esta enorme infraestructura, los intereses que se manejan no son los mismos que aquellos que motivaron a las ideas originales. La omnipresencia de publicidad en la mayoría de los sitios web, los rankings que establecen los motores de búsqueda, o los sistemas de recomendación, funcionan según criterios que rápidamente llevan a lxs usuarixs a sectores reducidos de la red, en donde la posibilidad de profundización y de movimiento horizontal entre la información es muy limitada. Hay mucho de lo que vemos y de dónde nos encontramos en Internet que no es, del todo, decisión nuestra. La red hipertextual proyectada por aquellos pioneros era un medio para llevar a cabo un plan de organización de la información que facilitara y promoviera nuestro aprendizaje e intercambio de conocimientos. Es muy discutible que el fin de Internet hoy sea, en general, el mismo. Pero esto no quiere decir que no haya posibilidad de hacer uso de esta herramienta tal como fue imaginada. Esto quiere decir que hacer uso de ese Internet hoy es un acto de rebeldía, un ejercicio de apropiación de esa herramienta para usarla con el fin para el que fue creada. La pregunta que cabe hacerse es: ¿Cómo organizás tu conocimiento?