#22 Futuro de la música después de la pandemia

El futuro de la música después de la pandemia

El futuro de la música después de la pandemia

En 1877, Thomas Alva Edison creó el primer fonógrafo. Su invento fue fundamental para el nacimiento de la colosal industria de la música grabada que perdura hasta nuestros días, aunque claro, con muchísimos cambios. Siguiendo con el recorrido cronológico, en 1902 el cantante italiano de ópera Enrico Caruso se convirtió en la primera persona en comercializar sus obras sonoras en vinilo. Luego, durante todo el siglo XX, las discográficas tuvieron en sus manos el lucrativo negocio de vender música en formato físico: vinilos, cassettes, CDs y DVDs, etc.

Sin embargo, el reinado tuvo su fin con la llegada de internet, que permitió el auge de la piratería. Entre fines de los 90 y comienzos de los 2000 se libraron infinidad de batallas legales por derechos de autor, siendo quizás el caso más emblemático de esa etapa el de Metallica en contra de la distribuidora digital Napster en el año 2000.

Como consecuencia de esta evolución, la venta de entradas para shows en vivo se convirtió en la principal (y casi única) fuente de ingresos de la mayoría de los músicos. Un ejemplo cargado de ironía es que Metallica, la misma banda que se quejó del desmedro económico que le representó la difusión ilegal (y gratuita) de sus canciones, fue la agrupación de rock con más ingresos en 2019 al ganar 68,5 millones de dólares con su gira mundial. 

No obstante, la pandemia acaba de cambiar las reglas de juego de manera indefinida para muchas actividades humanas. De repente, los recitales, y los eventos masivos en general, se han convertido en una utopía. Ante un panorama de incertidumbre, reina la especulación en medios de comunicación y redes sociales. Mientras los más optimistas confían que en para fin de año se puedan realizar eventos multitudinarios, nadie puede dar garantía de esa creencia.

Pero la pregunta pertinente no parece ser cuándo volverán los conciertos, sino cómo. Varias noticias recientes parecen ofrecer una luz sobre la clase de eventos que nos esperan en el futuro cercano: días atrás, en las afueras de la ciudad danesa de Aarhus, tocó Mads Langer ante cientos de personas que disfrutaron de su música desde sus vehículos, como en un autocine, pero musical. Mientras tanto, desde España llegan novedades sobre el desarrollo del "Sistema Marko", un método de realización de festivales seguros a nivel sanitario. El mismo consiste en la división del sector del público en "palcos" o parcelas valladas que albergarían un máximo de 50 personas que usarían una pulsera electrónica. Cada sector contaría con su propia barra de comidas y bebidas, el acceso a los baños estaría controlado por personal de seguridad, y en la entrada al predio se realizarían controles de temperatura y limpieza con hidro-alcohol a los asistentes. Por otra parte, la presentación del rapero Travis Scott en Fornite ante millones de jugadores hace unos días también abre la puerta de los espectáculos digitales, un tipo de evento que mejorará su calidad con los inminentes avances de la VR (realidad virtual) en los próximos años.  

Ante esa clase de noticias, cada unx tendrá que decidir si está interesadx en vivir esa clase de experiencia de música en vivo con distanciamiento social en la que los asistentes estarían juntos, pero no revueltos. Queda claro que la posibilidad de armar un pogo, o de empujarse entre sí está descartada de entrada. Resulta extraño imaginar un recital de una banda de punk, hardcore o metal tocando frente a un público tranquilo que cabecea desde su lugar si tocar ni rozar a nadie. ¿Hasta qué punto ese tipo de requerimientos van a restarle emoción a los conciertos? ¿Podremos acostumbrarnos a esa "nueva normalidad" o preferiremos mirar shows antiguos desde la comodidad de nuestros smartphones? ¿Cómo afectarán los gastos de logística de seguridad sanitaria al valor de las entradas a un evento? Ya figuras como Brian May (guitarrista de Queen) han reconocido que dudan de que se pueda realizar un evento musical como en el pasado.

Dejando un poco de lado la preocupación del público, y volviendo a la de los artistas y productores, el gran desafío será producir ganancias derivadas de la música en estos tiempos de sequía de recitales. Porque ante las irrisorias sumas que recibe la mayoría por parte de plataformas de streaming como Spotify y Youtube, resulta evidente que formar parte de esos sistemas no es suficiente para ganar un sustento digno. Hace unas semanas, Bandcamp ha tratado de marcar la diferencia al solidarizarse con los músicos y renunciar a su parte de las ganancias por descargas de sencillos y álbumes desde su portal. Facebook, por su parte, confirmó que permitirá a los músicos cobrar por el ingreso a sus transmisiones en vivo.Más allá de los subsidios y becas que ofrecerá cada gobierno para apoyar la escena cultural de su país, es preciso no olvidarnos de que los humanos somos seres con una enorme capacidad de adaptación, por lo que es seguro que continuarán surgiendo formas de apoyar rubros del arte y el entretenimiento para que puedan mantenerse en pie pese al colapso de sistemas anteriores.