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#28 Una filosofía libre y abierta
Una filosofía libre y abierta
Una filosofía libre y abierta
La filosofía es una disciplina mutante. A lo largo de su historia, tomó diversas formas y paradigmas de producción. Heráclito, con enigmáticos aforismos, llamaba a la búsqueda de un orden y un sentido ocultos a simple vista. Kant, con sus rigurosas sistematizaciones, buscaba compatibilizar diversas tradiciones coexistentes y opuestas en el auge de la Ilustración. Marx, en su llamado a la integración entre praxis y teoría, se proponía construir una filosofía de proyecciones revolucionarias. El Círculo de Viena, al motivar una filosofía anexada al desarrollo científico, lo hacía en oposición a las corrientes irracionalistas que abanderaban el auge del nacionalsocialismo alemán. A veces, las personalidades o los perfiles de diversxs filósofxs opacan la importancia de las intenciones filosóficas y/o históricas a la hora de establecer las formas de producir filosofía. El corpus filosófico (y las fuentes extra-filosóficas) a tener en cuenta a la hora de desarrollar teoría, junto con la posición metafilosófica que motiva la producción y los modos de construir e intercambiar el discurso filosófico, forman un paradigma de producción filosófica que se fue modificando a través de los siglos.
Preguntarnos qué forma de hacer filosofía nos conviene hoy es preguntarnos no sólo dónde estamos, sino qué queremos hacer desde la filosofía. Esta última década, el contexto general para la producción filosófica cambió considerablemente. No debería sorprendernos que así lo hicieran sus formas de producirla. Hoy tenemos acceso a más información escrita, no sólo filosófica, sino de toda índole, que la que tuvieron hasta los círculos más eruditos del resto de nuestra historia. Las tecnologías digitales que facilitan el acceso y la distribución de estos materiales son las mismas que median nuestra relación con el mundo que nos rodea y nuestros vínculos interpersonales. Hoy existe un dinamismo sin precedentes que es transversal a todas las áreas de desarrollo de conocimiento humano.
Esta distribución de fichas puede dejar a la filosofía en una posición paralizante; por un lado, los métodos, estilos y materiales filosóficos que pueden servirnos para pensar en el mundo actual son tantos que produce vértigo. Por otro lado, la dinámica de la hiper-especialización, al proyectarse por dentro y fuera del ámbito de la academia, da la pauta de que solo se está apto para interpretar el mundo actual una vez que se ha demostrado ser un experto según los estándares institucionales. El paradigma de producción académico postula a la experticia como precondición para la producción filosófica, y la naturaleza epocal de la cantidad de información hace de esta última un horizonte inalcanzable.
La producción, en otras áreas, adoptó nuevos paradigmas en respuesta a las condiciones actuales. Pensar qué está sucediendo en esas áreas del conocimiento humano puede ofrecernos alternativas respecto de cómo encaramos nuestra propia disciplina. Un ejemplo muy claro en torno al desarrollo científico y tecnológico es el paradigma de las ciencias y tecnologías libres y abiertas. El movimiento surgió como respuesta activa ante el clima de competencia entre instituciones científicas, los elevados precios de las patentes y la monopolización de suministros tecnológicos necesarios para toda investigación. Contra esto, se impulsa la cooperatividad, las patentes de uso libre, el ingenio aplicado al diseño alternativo de tecnologías y la participación interdisciplinaria de distintas áreas de producción de conocimiento. Su objetivo es atacar la complejidad desde la diversidad. Bajo la premisa de que “muchas cabezas piensan mejor que una”, practican modalidades de trabajo conjunto, modular y orientado a la solución de problemas.
Si un sistema ingenieril se compone de partes, no es necesario saber a la perfección cómo funciona cada una para construirlo, sino simplemente qué rol cumple y de qué manera usarla. Con un reservorio de piezas bien documentadas, cualquiera puede construir sistemas sumamente complejos aun con escasos conocimientos respecto de por qué funcionan. La publicación libre y de propiedad colectiva de los conocimientos y diseños permiten que la producción de una tecnología no requiera experticia de una persona o grupo de personas, sino que el producto final se genere a partir de la capacidad de cada quién para aportar los conocimientos que ya tiene. Mucha gente sabiendo de temas diferentes puede a veces hacer y aprender más que una sola persona estudiando en soledad. Hoy en día, en los tiempos en que saber “mucho” de algo es cada vez más difícil, esta forma de producción permite avances y desarrollos que el paradigma académico clásico no. La capacidad de hacer con lo que se tiene no sólo no va en detrimento del aprendizaje o la curiosidad. Al contrario. En la práctica, estos modos de aprendizaje muestran evidencia directa y constante del conocimiento adquirido, motivando la profundización y alimentando el interés.
El desarrollo científico y tecnológico se enfrentó a los mismos problemas a que se enfrenta nuestra disciplina. Además de mantener un registro libre y abierto de nuestros pensamientos filosóficos, ¿qué implica inspirarnos en su respuesta para nutrir nuestro desarrollo? ¿Es la filosofía tan distinta al desarrollo técnico que respecto de ella la experticia no podría reemplazarse por el diálogo como requerimiento para empezar a producir? Por fuera de los círculos de investigación académica con cronogramas claros de producción y lectura, ¿realmente necesitamos de tanta experticia para tener algo interesante que aportar ante personas que sepan temas distintos de los que sabemos? E incluso de responderse con un “sí” a las dos últimas preguntas, ¿no fue siempre, la filosofía, una disciplina mutante? Hagamos el intento de pensar la filosofía desde la diferencia, desde la interdisciplina, y orientada hacia la acción.