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#41 El control epistemológico en plataformas virtuales
El control epistemológico en plataformas virtuales
El control epistemológico en plataformas virtuales
En el último tiempo se ha vuelto parte de la cotidianeidad en el uso de plataformas virtuales como Facebook, Instagram o Twitter la presencia de alertas acerca de la veracidad de algunas publicaciones. Los algoritmos utilizados para realizar estas tareas cometieron errores que dieron lugar a múltiples debates acerca de qué tan confiables son en la tarea de calificar la información. Además, las predicciones realizadas por estos modelos reflejaron sesgos de los datasets con los que habían sido entrenados, acentuando, una vez más, la polémica en torno a si deberían ser admitidos en las plataformas. Pero, en cualquier caso, parece haber una motivación loable por detrás de la decisión de incluir este tipo de mecanismos de control: garantizar la calidad de la información que circula en redes sociales.
Algunas medidas de este tipo, sin embargo, fueron bastante más audaces. En un post publicado a comienzos de enero de este año, Mark Zuckerberg anunció que el entonces presidente de EEUU, Donald Trump, sería revocado de su cuenta de Facebook hasta que concluyera su mandato presidencial. Esta decisión fue consecuencia de una serie de eventos y publicaciones que concluyeron en la toma del Capitolio en Washington por votantes de Trump, que evidenciaron que el uso que estaba haciendo de las redes sociales incitaba a la violencia y comprometía la integridad institucional del gobierno. En este sentido, la intención a partir de la cual se tomó esta decisión todavía puede ser considerada como un aporte positivo a la dinámica informacional de la plataforma, ya que limita la presencia de discursos que promueven comportamientos sociales negativos en términos del bienestar común. Pero lo que queda en evidencia es el poder que recae en aquellas personas en control de las plataformas, ya que no sólo median en la comunicación entre la dirigencia estatal y el resto de la población, sino que además tienen la capacidad de decidir quiénes pueden comunicarse y quiénes no.
Poco tiempo después, este poder fue puesto en práctica nuevamente, pero, esta vez, con una motivación que difícilmente podría ser interpretada como positiva. Esto sucedió luego del famoso caso de la empresa GameStop, en el que un gran número de personas organizadas desde un thread de Reddit salió a comprar las acciones de esta empresa que estaban siendo liquidadas por fondos de inversión a un valor muy bajo, resultando en el aumento vertiginoso del valor de la empresa y el consiguiente desastre económico para los fondos en cuestión. La respuesta unificada de las plataformas consistió en la toma de una serie de medidas de restricción para preservar la estructura del libre mercado (nótese la ironía). Por ejemplo, la plataforma de trading Robinhood, aquella en la que la gente compró las acciones de GameStop, canceló la posibilidad de comprar dichas acciones. Facebook y Reddit, por su parte, cerraron todo espacio en el que se hablara de GameStop, negando la posibilidad de circular información acerca de este tema. Estos sucesos generaron una notable tensión con respecto a los extremos a los cuales las plataformas estaban dispuestas a llevar la utilización del poder de control de la cual están investidas.
Pero luego, se produjo un nuevo evento de este tipo en relación con los medios de comunicación de Australia. Luego de la confección de un proyecto de ley redactado por el Australian Competition & Consumer Commission (ACCC), cuyo objetivo era establecer que las plataformas virtuales deberían pagarle a los medios de comunicación para poder incluir sus noticias, Facebook eliminó todas las publicaciones de estos medios. Inclusive, esto tuvo algunos efectos colaterales, como el cierre de las páginas de algunos organismos del propio gobierno, entre las cuales estaba la del ministerio de salud, especialmente importante en medio de una pandemia global. En esta acción, la dirigencia de Facebook evidenció plenamente que no sólo estaría dispuesta a preservar el statu quo de los agentes económicos del mercado, sino que también defenderá sus intereses económicos por sobre la conservación de la circulación de la información en la plataforma.
La esfera pública, opinión y el rol político de la información
En el libro Transformación estructural de la esfera pública, el filósofo Jürgen Habermas introdujo un análisis crítico e histórico del concepto de esfera pública, entendida como un espacio de la sociedad en que las personas pueden discutir acerca de problemáticas de actualidad y, eventualmente, llegar a formar una opinión pública. Para que este espacio pudiera ser considerado como tal, debe cumplir algunas condiciones, entre las que se encuentra la inclusividad y la existencia de asuntos comunes de discusión. Es evidente que tales condiciones sólo pueden ser alcanzadas de manera ideal, ya que los salones de café del siglo XVIII -aquellos en los que nació la esfera pública, según Habermas- eran lugares con una fuerte marginalización machista y preservadora de diferencias económicas en el marco de la incipiente burguesía. Pero en cualquier caso, esta propuesta puede servir como un modelo de una democracia crítica y racional que, si sus condiciones estuvieran dadas en nuestros espacios actuales, nos daría buenos argumentos para considerar que éstos son un entorno fértil para el desarrollo de una opinión pública crítica y robusta.
Habiendo escrito en 1962, Habermas se interesó especialmente en el desarrollo de la esfera pública desde los salones de café hasta el rol que juegan los grandes medios de comunicación. Éstos funcionan como un agente necesario que facilita la circulación de ciertos discursos, aunque, evidentemente, no facilitarán a aquellos que puedan poner en riesgo sus intereses económicos. Pero actualmente, es internet y las plataformas virtuales las que tienen un rol preponderante como espacios facilitadores de una nueva esfera pública, por la que incluso algunxs autorxs acuñaron el término “esfera pública digital”. Allí se da un espacio en el que las personas pueden dialogar y formar opiniones, en donde no se requiere de pertenecer a algún estrato social específico para poder participar (dando por sentado, obviamente, que se tenga acceso a internet, lo cual de por sí ya excluye a un gran sector de la población) y donde, puntualmente, distintos agentes comunicadores se encargan de facilitar la circulación de noticias y de discursos que nutren el diálogo.
Comprendiendo el rol que tiene internet y las plataformas virtuales de esta manera, puede verse que las medidas tomadas por Facebook en el comienzo del 2021 son medidas de control epistemológico, es decir, decisiones acerca de qué información puede o no puede circular dentro de la esfera pública. Es de fundamental importancia poner de manifiesto este hecho por dos motivos: en primer lugar, al comprender la relación que hay entre la información a la que accedemos y las opiniones políticas que formamos, se ve el impacto que este tipo de medidas puede alcanzar. El concepto de una democracia crítica en la que las personas gobernadas tienen las herramientas para evaluar las distintas alternativas políticas sobre las cuales tienen que pronunciarse, incluso a pesar de sus dificultades y de sus supuestos, se ve gravemente afectado por estos eventos. Pero además, los eventos sucedidos son sólo una pequeña muestra del poder de las plataformas, tanto porque posiblemente conozcamos nuevas noticias de este estilo en los próximos meses, como también porque se dan en el marco de otras decisiones políticas que acompañan y complementan este proceder.
De esta manera, quedamos frente a los beneficios y los peligros del control epistemológico en plataformas virtuales. Por un lado, la mera posibilidad de que la información circulante habilite una sociedad política nutrida y crítica tiene como condición necesaria la representación de las diversas voces presentes en la sociedad. A su vez, esta diversidad debe complementarse con una relación activa por parte de las personas, para la evaluación de posturas políticas radicalizadas y negativas para el bienestar común. La existencia de mecanismos de control y de visibilización de dinámicas estimulantes son fundamentales en esta dirección, y son un elemento central en la agenda de las plataformas virtuales. Pero a su vez, el paradigma de una democracia deliberativa y racional incluye supuestos peligrosos. En particular, es muy difícil garantizar que la presencia de algoritmos en las redes sociales promuevan diversidad y actitud crítica, sino que, en realidad, muchas veces terminan preservando un
statu quo
y reproducen actitudes discriminatorias. Además, el hecho de que estas decisiones recaigan únicamente en las manos de quienes dirigen las empresas de plataformas virtuales pone en grave peligro la posibilidad de que las mismas estén sujetas a la crítica de la opinión pública y la regulación social. Por todos estos motivos, establezcamos una relación activa con la información que consumimos y recordemos que “el medio es el mensaje”.