Brillá, diamante loco

Brillá, diamante loco

Brillá, diamante loco

Intentaste alcanzar el secreto demasiado pronto,

lloraste por la luna.

Seguí brillando, diamante loco.

Amenazado por las sombras en la noche,

y expuesto a la luz.

Seguí brillando, diamante loco.

-Shine On You Crazy Diamond, Pink Floyd.

Hay varias formas de estar un poco adelantado a una era. Puede suceder en las artes, en las ciencias, en la política, en la filosofía, en el diseño, en la moda, etc. A veces alguien, con los recursos que tiene, puede ver algo que tendrá sentido en diez o veinte años, y cuesta comunicarlo a sus coetáneos. La maldición de poder ver un poco más allá de una época se traduce en ser objeto de burlas, ridiculizaciones, o hasta muestras de irritación. Como Martin McFly, cuando en Volver Al Futuro viaja a comienzos de la década del 50’ e interpreta con una guitarra Gibson E-345 la canción Johnny B. Good frente a una audiencia aturdida por el volúmen desenfrenado de un amplificador que está emitiendo los sonidos de un género musical que aún no existía. Al observar que el público está enojado y tapándose los oídos, Martin se acerca al micrófono y dice la icónica frase: “Quizás ustedes no estén preparados para esto, pero a sus hijes les fascinará”.

Ahora, estar adelantado a una época, y probar que lo estabas, ya es otra cosa. Tus predicciones van a ser vistas con otra mirada, tus pensamientos sobre el futuro y tus hipótesis, más respetadas. En 1926, Nikola Tesla, en una en una entrevista en la revista Collier’s, dijo que la comunicación inalámbrica, cuando se aplicara adecuadamente a lo largo del globo, haría posible comunicarnos mediante la telefonía y la televisión a cientos de miles de kilómetros, permitiéndonos informarnos, vernos las caras y hablarnos con artefactos que podrían ser guardados en bolsillo. Por aquel entonces, era común que en los diarios y revistas se pasearan charlatanes prediciendo que en veinte o treinta años las ciudades se llenarían de autos voladores o viajes intergalácticos. Pero Tesla, para esta época, ya le había demostrado al mundo que no era precisamente uno de esos. Había sido el inventor de la bobina tesla, la radio, la corriente alterna, la comunicación inalámbrica, la experimentación en rayos X, entre otra larguísima lista de inventos y mejoras tecnológicas, que trajeron una pléyade de campos de apertura de acción en el mundo.

Nikola estudió Física, Ingeniería y Filosofía, sin recibirse de ninguna de las tres. Sí, Tesla también tuvo formación como filósofo (hecho que este staff de redacción lo exhibiría como un trofeo en su vitrina, si tuviéramos una). Desde joven, su fascinación por la electricidad y los aparatos lo llevó a experimentar con distintos tipos de inventos y diseños. Una de las ideas que más lo motivaba en sus comienzos era crear un motor de inducción para generar una nueva forma de distribución de corriente. En 1883, patentó su primer motor de inducción, mientras trabajaba en París para Edison Company. Pero al principio, nadie le prestó atención.

Muchos de los inventos que proponía, a veces, por estar tan solo un poquito adelantados para la época, tuvieron que enfrentarse con miradas raras y escepticismo. Tal vez un poco por lo de ser un adelantado, pero también por algunas características extravagantes de su personalidad, que lo hacían ser visto como un bicho raro, enigmático, difícil de tratar. Entre otras cosas, Tesla tenía sinestesia, una patología que causa alucinaciones sensoriales, y según él mismo relataba, en algunas de ellas visualizaba ideas para inventos, algo extremadamente difícil de comunicar en el siglo XIX sin que te trataran como un demente. Así y todo, su talento y su capacidad de trabajo revolucionaron al mundo y lo convirtieron en un ciudadano ilustre y respetado, quien en 1926 predijo en una revista popular exactamente el mundo en que vivimos hoy.

La vida de Tesla tuvo un gran compendio de ideas incomprendidas. Muchas de ellas terminaron triunfando, mientras que otras no pudieron completarse, por falta de inversiones, tiempo o por las desmedidas ambiciones con las que intentaba encararlas. Pero centrémonos en un triunfo importante, uno de los más importantes que tuvo Tesla en su juego de estar adelantado a una época y tener que enfrentarte al mundo para que lo demuestres. 

La guerra de las corrientes (o la guerra AC/DC)

A fines de la década de 1880, la rivalidad entre Edison y Tesla era un tema que se trataba en los diarios más importantes de Estados Unidos y Europa. Ambos ya habían tenido una pelea personal algunos años atrás. Desde 1883, Tesla trabajaba para Continental Edison Company, en la cual quería introducir su idea de la corriente alterna, que Edison rechazó. Tiempo después, Edison lo estafó; le había prometido 50.000 dólares si lograba mejorar el generador de fuente continua. Cuando Tesla finalmente lo logró, sólo le terminó ofreciendo la irrisoria suma de 18 dólares. En 1886, Tesla renunció a Continental Edison Company y fundó la Tesla Electric Light & Manufacturing, que duró poco. Tiempo después, conoció a un empresario e inventor, George Westinghouse, quien estaba construyendo una compañía, Westinghouse Electric, con la que buscaba competirle a General Electrics, perteneciente a Thomas Edison. Westinghouse veía en las ideas de Tesla la potencialidad de diseñar un sistema de distribución de electricidad nacional y, de ese modo, dejar afuera a General Electrics en varias áreas del mercado. Así, Tesla se asoció con Westinghouse, quien lo contrató para diseñar su corriente alterna en los laboratorios de su compañía en Pittsburgh.

Ahora lo que los enfrentaba era algo mucho mayor. Tesla estaba en Westinghouse Electric, diseñando el motor de inducción, cuyo fin era transducir cualquier tipo de energía a energía mecánica de rotación. Esta última alimenta a los motores de corriente alterna. Edison estaba enterado de esto, y veía en los experimentos de Tesla una competencia declarada. General Electrics dependía de la corriente directa, y Edison sabía que Tesla tenía una gran capacidad inventiva. En una de esas, podría terminar generando un modo de distribución de corriente mejor que el suyo.

A partir de ahí, la competencia entre la corriente directa de Edison y la corriente alterna de Tesla, se convirtió en lo que en los medios de la época llamaban “la guerra de las corrientes”, en la cual se picó todo: acusaciones, amarillismo, falsa información, pánico moral, declaraciones personales agresivas, faltas de respeto de ambos lados, y todo el combo. Edison fue el principal protagonista del escándalo. Tesla más que nada señalaba que Edison no era tan brillante como él, y que la corriente directa de General Electrics era ineficiente y acotada, a diferencia de la suya, que era superior, más eficiente, con mejor capacidad de manejo de voltaje, y con una potencialidad de extensión altamente mayor. Edison acusaba a la corriente alterna de ser peligrosa para la humanidad, aludiendo que, al invadir el cuerpo, podría provocar un paro cardíaco, mientras que su corriente directa no. Eso, en parte, era cierto. La corriente alterna, al manejar mayor voltaje, es potencialmente más mortal. Pero la corriente directa de Edison tampoco era tan segura que digamos. Era común en la Nueva York de aquel entonces, primera ciudad en donde se instalaron los polos de corriente directa de Edison, que las personas en la calle resultaran gravemente heridas por los choques eléctricos que generaba su empresa. Tesla y Westinghouse, mientras tanto, aclaraban en los diarios acerca de las medidas que tenían planeadas para hacer de la corriente alterna un sistema aplicable a cualquier hogar. Pero más que proteger la seguridad de los usuarios de electricidad, Edison estaba empecinado en impedir que la corriente alterna de Tesla arruine sus negocios. La pelea escaló a planos muy turbios. En su sed de defender la corriente directa, Edison hacía campañas sucias, como armar eventos en donde sacrificaban caballos con la corriente alterna de Tesla, para intentar probar los supuestos peligros que significaba utilizarla, o incluso llegar al cinismo de proponer que la corriente alterna de Tesla se utilizara para ejecutar penas de muerte en las sillas eléctricas, dado su alto nivel de voltaje. Era común en aquel entonces que la opinión pública, ya asustada con la corriente directa de Edison, viera en la de Tesla algo aún más terrorífico.

Pero el tiempo terminó demostrando que la corriente alterna era un método mucho más eficiente para transmitir electricidad a grandes distancias. La corriente directa, para ser instalada a lo largo y ancho de un país, tenía limitaciones técnicas muy grandes. Sólo podía transmitirse a tres kilómetros de distancia, dada su incapacidad de manejar altos voltajes, cualidad crucial para convertir cualquier sistema de corrientes en un sistema expansivo. Era necesario instalar intervalos cada tres kilómetros en todo EEUU para volverla un sistema de distribución eléctrica nacional. La corriente alterna, en cambio, no se limitaba (ni se limita) solo a dejar pasar la corriente, sino que tiene la capacidad de alternarla varias veces por segundo, minimizando drásticamente las pérdidas de voltaje a lo largo de su recorrido. Para la década de 1890, el sistema polifásico de corriente alterna de Tesla, desarrollado en Westinghouse, terminó ganando definitivamente la pulseada. Westinghouse le compró la patente a Tesla por la suma de 260.000 dólares. Hasta el propio Edison adoptó la corriente alterna dentro de sus propias compañías. La venganza se pudo consumar: Edison le ganó a Tesla una estafa, pero Tesla le ganó la guerra AC/DC, ¿cuál de las dos crees que tiene más rock? 

El Tesla tecnopolítico

Además de los múltiples inventos y sucesos increíbles que vivió Tesla en su vida, la leyenda lo acerca más como un humanista que como un empresario, y hay mucho de cierto en eso. Desde luego que para desarrollar sus inventos tuvo que adaptarse y comprender algunas de las lógicas del mercado tecnológico capitalista. Prueba de eso han sido su alianza con el empresario Westinghouse, las compañías que fundó, como así también sus búsquedas para conseguir inversores, como J.P. Morgan, e iniciar juicios para salvaguardar sus patentes. A veces, por mirar más allá de su época, sus proyectos quedaban atascados, porque sus inversores perdían interés, o desconocían sus potencialidades. Otras veces, sus propias inversiones en proyectos resultaban infructuosas, porque sus experimentos fallaban. En muchas otras, por supuesto, sus inventos funcionaron y triunfaron instalándose en el mundo. Pero si recorremos su biografía y su obra, lo que observamos es a una persona que nunca estuvo interesada en crear oligopolios tecnológicos y defender sus intereses capitalistas. Quizás, por sus inquietudes filosóficas y por su idiosincrasia personal, entendía a la inventiva tecnológica como algo que podía mejorar el estado de la humanidad, más que como un medio para acumular riquezas. Casi todo el dinero que ganaba lo invertía en investigaciones para mejorar sus inventos anteriores.

Entre sus nociones que tenía acerca de cómo la corriente alterna y la comunicación inalámbrica (sus más preciadas joyas) podían transformar el mundo, tenía una teoría llamada “cerebro global”, en la cual muches ven una anticipación de lo que fue Internet. Creía que este “cerebro global”,  permitiría intercomunicar al planeta y debía estar al alcance de todes y ser de gratis acceso. Además, de ser bien implementado, podría acabar con la analfebitazación, aumentar las capacidades de aprendizaje y lograría combatir la pobreza (desde su punto de vista).

Otra de las predicciones que aventuraba Tesla era que el ser humano en el futuro podría aprovechar energía externa proveniente de otros planetas y distintas fuentes del universo. Esa energía sería capturada por una terminal radial en la atmósfera, que convertiría esa energía a señales eléctricas, y de ese modo, se lograría abastecer al mundo con una fuente ilimitada de electricidad, a fines de ser distribuida gratis, iluminando todo rincón del planeta que toque con los avances que produce la distribución de electrones. Quizás hoy esta idea suene a ciencia ficción, y la carencia de recursos tecnológicos para lograr algo así, algo muy lejano de la realidad. Pero podemos darle el beneficio de la duda a la persona que hace 100 años predijo exactamente lo que estás haciendo ahora con tu celular.

En el modo Nikola Tesla de entender el mundo, la humanidad y la tecnología, existía una “tecnopolítica” bien clara. La tecnopolítica es la dimensión que comprende que la tecnología no es neutra, y que implementarla de una forma u otra, impactan para bien o para mal en los sistemas políticos de una sociedad. En esa línea, Nikola Tesla siempre fue un tecnopolítico outsider del mercado, porque nunca estuvo principalmente interesado en adaptarse a él, sino tan sólo como un medio para inventar artefactos tecnológicos que mejoren a la humanidad, aun con los errores e ingenuidades que cometía como todo genio, que en definitiva son humanos. La imágen del Tesla extravagante e inadaptado que no entendía cómo funcionaban los negocios de la industria eléctrica, a veces es más una cortina de humo para marcarlo simplemente como un genio demente, buscando ocultar las intencionalidades de sus proyectos, y su marcado disgusto y rebelión contra los métodos capitalistas de desarrollo tecnológico.