De la reciprocidad al estatus

El nacimiento de la reputación

Para que una comunidad funcione hace falta algo más que la reciprocidad

Dijimos que la reciprocidad fomenta la colaboración entre pares de personas, pero no todos los favores o traiciones se dirigen a una única persona.

A veces, una acción puede beneficiar o perjudicar al grupo entero.

El grupo persigue a un jabalí. Lo arrincona. Alguien debe ponerse al frente y arriesgar su vida para cazarlo. ¿Quién es responsable de agradecerle al cazador?

El grupo juntó comida y la guardó en una carpa. Por la noche, alguien entra y roba. Lo descubren. ¿Quién es responsable de castigar al ladrón?

La respuesta no es tan fácil. Lo ideal es que todos le agradezcan un poco a quien cazó el jabalí, y que todos penalicen un poco a la persona que robó, como si hubiera una reciprocidad de muchos a uno. Sin embargo, hay algunos desafíos para que eso suceda.

Agradecer o penalizar es costoso. Agradecerle a quien mató el jabalí requiere perder algunas frutas que junté para dárselas a él. Penalizar a quien robó requiere energía, y potencialmente el riesgo de recibir una herida o ganar un enemigo. 

Yo podría esperar que otros agradezcan al cazador. Así, el cazador será retribuido y por lo tanto seguirá cazando. Me ahorraré las frutas del agradecimiento y seguiré comiendo carne. El problema es que, si todos hacemos lo mismo, el cazador no será retribuido y a nadie le convendrá arriesgar su vida para cazar.

Una solución posible sería que el cazador lleve la cuenta de quiénes le agradecieron y quiénes no, para negarle el festín a los desagradecidos cuando vuelva a cazar. Sin embargo, la atención es un recurso escaso y llevar la cuenta es difícil. Cuando el grupo es grande, esta solución no prospera.

En el caso del ladrón, aunque él llevara la cuenta de quiénes lo penalizaron, el robo es hacia todos. En este caso, no existiría dejar de robarle sólo a quienes lo penalizaron porque toda la comida está junta.

Naturalmente, yo podría esperar a que otros penalicen al ladrón. Los justicieros cuidarán la comida de todos mientras yo me ahorro la energía, el riesgo y el momento incómodo de enfrentar al ladrón. Si todos pensamos igual, el ladrón no será penalizado y seguirán robando la comida de todos.

Los problemas de alineación de incentivos que presentamos hasta ahora se llaman “externalidades”. Las externalidades son las situaciones en que el beneficio o el costo de una acción no los recibe solo el que ejecuta la acción sino también otras personas.

Las externalidades positivas son las externalidades en las cuales la acción beneficia a los demás (y perjudica a quien la ejecuta). Cazar el jabalí implica un costo para el cazador y un beneficio para los comensales. Penalizar al ladrón implica un costo para el justiciero y un beneficio de seguridad para toda la tribu. Agradecer al cazador implica un costo para quien regala frutas y un beneficio para el resto, por motivar la caza de nuevos jabalíes.

Externalidad positiva

En principio, a nadie le conviene embarcarse en externalidades positivas. Sólo suceden cuando el agente recibe una retribución social. En otras palabras, si otras personas premian a quien llevó a cabo la externalidad positiva.

Externalidad negativa

Las externalidades negativas son las externalidades en las cuales la acción perjudica a los demás (y beneficia a quien la ejecuta). Robar comida implica un beneficio para el ladrón y un perjuicio para la tribu. No agradecerle al cazador implica un beneficio para el desagradecido y un perjuicio para los demás, porque cuanto menos premio reciba el cazador, menor será su incentivo de cazar para el grupo. No penalizar al ladrón implica un beneficio para el timorato y un perjuicio para los demás, porque cuanto menor es la pena de robar, mayor es el incentivo de hacerlo.

En principio, a todos les conviene embarcarse en externalidades negativas. Sólo es posible evitarlo si otras personas penalizan a quien llevó a cabo la externalidad negativa.

El momento de penalizar una externalidad negativa es costoso tanto para los justicieros como para la persona penalizada. Aún así, es beneficiosa para el grupo en el largo plazo, porque disuade externalidades negativas que, de quedar impunes, podrían implicar el colapso del grupo (por ejemplo, poder robar comida impunemente y no ayudar a cazar).

Observamos que premiar externalidades positivas también es una externalidad positiva, y que faltar a penalizar externalidades negativas también es una externalidad negativa. Parece un círculo vicioso inescapable, pero no lo es.

Supongamos que todos los individuos penalizan externalidades negativas y premian externalidades positivas. Esto incluye penalizar al ladrón, pero también a quienes no penalizan al ladrón. Asimismo, incluye premiar al cazador, pero también penalizar a quienes no lo premian. 

Cuando hacer cumplir las reglas forma parte de las reglas, se genera una configuración estable: nadie dejará de penalizar o premiar a quien corresponde, porque sería penalizado él mismo si no lo hiciera. 

Llamamos “código moral” al cierre de la configuración estable en que todos cumplen y hacen cumplir las reglas, porque los sistemas morales suelen apoyarse en mecanismos de este tipo para garantizar su funcionamiento. 

Cuando hay códigos morales, la reciprocidad puede centralizarse. De pronto, es posible hacer acciones buenas para el grupo y recibir el agradecimiento de todo el grupo, y hacer acciones malas para el grupo y recibir el vituperio del grupo entero.

Como resultado, emerge una forma de capital social al que llamamos “estatus” o “reputación”. El estatus o la reputación es cuánto el grupo “va a agradecernos”, o cuánto “va a castigarnos”. 

El estatus fue el primer modo de almacenar valor. Antes de aprender a salar o deshidratar la carne, podíamos compartirla con el grupo y estar seguros de que recibiríamos más carne o fruta en el futuro gracias a la reputación adquirida.

Los grupos que tienen status colaboran promoviendo externalidades positivas y disuadiendo externalidades negativas. La colaboración resultante mejora la seguridad contra depredadores o ladrones y promueve la caza de presas grandes.

Para las comunidades de babuinos, orangutanes y seres humanos, buscar estatus se volvió central. Ponerse a buscar cada día la comida que vas a comer implica impredecibilidad y riesgo de no comer. Lograr estatus permite garantizar un ingreso estable de comida en forma de retribución social. A nivel comunitario, que los individuos colaboren para conseguir comida disponibiliza más comida para todos.

Conseguir estatus da comida y seguridad. Por lo tanto, tener buena reputación también facilita la crianza de hijos (y, de manera equivalente, que tu pareja tenga buena reputación también facilita la crianza). A nivel evolutivo, es conveniente sentir más atracción sexual por las parejas que favorecen la probabilidad de criar hijos exitosamente. Como resultado, el estatus se volvió atractivo, y empezó a facilitar el acceso a parejas sexuales. Para los simios como nosotros y los orangutanes, el estatus es como un santo grial evolutivo.

El enfado, la gratitud y la culpa son emociones que promueven la reciprocidad, pero la reciprocidad no es suficiente para que la comunidad responda ante las externalidades. La reputación apareció para enfrentar las externalidades y así garantizar el funcionamiento de las comunidades. Desde entonces, conseguir y cuidar la propia reputación se volvió una de las actividades más convenientes a nivel evolutivo. A diferencia de comer y tener sexo, que sólo hacen falta de vez en cuando, cuidar y mejorar la reputación importa siempre e impacta en el largo plazo.

El juego de la reputación es importante y complejo. Siempre lo jugamos, casi siempre inconscientemente. Interactuamos con él desde un sinfín de emociones que perciben el estatus. La felicidad y la depresión, el estrés y la euforia, la envidia y la vergüenza, procesan las dinámicas de estatus en nuestra red social y nos sugieren cómo comportarnos.

¡Hola!

Soy Juan, autor de la nota que acabás de leer. Si te interesa la propuesta, probablemente le interese a algún amigo o amiga tuyos. Sólo con recomendar esta newsletter me ayudás un montón.

El surgimiento de la reputación es importante porque muchas emociones que tenemos giran en torno a la reputación. Mañana vamos a analizar la felicidad y la depresión en esos términos, y luego la ansiedad y la euforia.

En algún momento del fin de semana vamos a enviarte una nota sobre el modelo de segregación que mencionamos cuando hablamos de la deshumanización, escrita por Mariano Fernández Zaragoza. No está directamente relacionada con el hilo sobre emociones, pero sí ilustra el tipo de explicaciones que buscamos encontrar sobre los fenómenos sociales.

Última cosa: si se te ocurre qué centro cultural o espacio de la Ciudad de Buenos Aires sería idóneo para dictar el curso de filosofía networkista, escribime!

Un abrazo grande y muchas gracias,

Juan