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Las redes sociales no son drogas
Hacen mal de otra manera
Las redes sociales no son drogas.
Si dejás de tomar alcohol o heroína después de dos meses de consumo irrestricto vas a sufrir. Es probable que te agarre fiebre, que alucines, y en casos extremos puede ser mortal.
Eso no sucede con las redes sociales. Podés pasar una noche, un fin de semana o incluso unas vacaciones enteras sin extrañar el celular, sobre todo si estás bien acompañado.
Usar una red social se parece más a beber agua salada que a volverse adicto a drogas. Las dos cosas tienen mecanismos de acción que llevan a un consumo dañino y excesivo, pero dejar de beber agua salada es más fácil que dejar las drogas. El secreto está en cómo funcionan las adicciones, que paradójicamente nacen del fanatismo de los cuerpos por los equilibrios.
Tu cuerpo busca equilibrios todo el tiempo. Los atesora y preserva, busca recuperar sus equilibrios cada vez que estos se perturban. Por ejemplo, tu cuerpo sabe que funciona bien a 37 grados. Transpira para recuperar esa temperatura cuando te excedés, y si te enfriás en exceso se pone a temblar y romper moléculas para generar calor. El proceso de preservar equilibrios se llama homeostasis, y los sistemas que se encargan de preservar equilibrios suelen llamarse homeostatos.
Las adicciones suceden cuando el proceso de recuperar equilibrios descalibra un homeostato.
Por ejemplo, tu cerebro tiene un nivel de actividad ideal en su sistema nervioso inhibitorio, que es el sistema que le pide a las neuronas que “se calmen”. Las neuronas inhibitorias arrojan señales que “des-excitan” a las neuronas receptoras para que estas últimas se disparen menos. La actividad inhibitoria es importante porque ayuda a que las señales “tengan sentido”. Un cerebro que se dispara todo el tiempo es como el ruido blanco de un televisor (esos puntitos negros y blancos que aparecen cuando no hay señal), que es exactamente lo que sucede en un cerebro cuando está convulsionando.
Al emborracharnos, el alcohol potencia la actividad de los neurorreceptores inhibitorios. El sistema inhibitorio gana un superpoder y se excede en actividad hasta el punto de volverse dañino. Con poco alcohol, el sistema inhibitorio apaga algunos razonamientos para volvernos más tontos y desinhibidos, y con mucho alcohol puede apagar funciones vitales del cerebro.
Romper las moléculas de alcohol no es suficiente para preservar la actividad óptima del sistema inhibitorio, porque metabolizar el alcohol es un proceso lento que requiere tiempo. En cambio, lo que hace nuestro cerebro para regular la actividad del sistema nervioso es cerrar neurorreceptores inhibitorios cada vez que consumimos mucho alcohol. Como el alcohol potencia la actividad de cada receptor, recuperamos el viejo equilibrio de actividad inhibitoria pasando a tener menos receptores que ahora son más poderosos.
El problema es que eso descalibra el homeostato, porque nuestro sistema inhibitorio queda calibrado para cuando tenemos alcohol en sangre. Así funciona la adicción química a las drogas en general. El cierre de neurorreceptores genera tolerancia y abstinencia, que son los dos efectos de tener un homeostato descalibrado.
Como tu cerebro cerró neurorreceptores inhibitorios, el alcohol te hace cada vez menos efecto. Cada receptor que se cierra es un receptor menos en ganar superpoderes, y en definitiva, es un menor efecto de la droga. Eso es la tolerancia.
La contraparte peligrosa es la abstinencia. Cerrar neurorreceptores inhibitorios hace que los que queden en pie sean incapaces de calmar a las neuronas excitatorias cuando pierdan sus superpoderes porque dejaste de tener alcohol en sangre. Por eso, dejar el alcohol de un momento a otro excita al cerebro de golpe, generando alucinaciones y riesgo fatal. Recuperar un homeostato descalibrado es difícil, pero las redes sociales funcionan distinto.
Yo miro Twitter todos los días y sé que me hace mal, pero no necesito mirar cada vez más Twitter para obtener el mismo efecto. Cuando estoy solo o aburrido no suelto el celular, pero cuando estoy bien acompañado me olvido de él por completo.
Distinto a las drogas es el agua salada. Un homeostato regula nuestra hidratación y nos darnos sed cuando percibe que nos falta hidratarnos. En general, beber agua nos hidrata y eso sacia la sed. Sin embargo, no toda el agua nos hidrata, porque el agua de mar tiene tantas sales que puede incluso deshidratarnos. Entonces beber agua de mar puede darnos más sed. Si sólo tenemos disponible agua de mar, seguiremos bebiendo agua salada incansablemente y parecería una adicción. Sin embargo, en realidad no generaría tolerancia ni abstinencia porque beber agua dulce es suficiente para saciar la sed y dejar de “necesitar” agua salada.
El agua salada no distorsionó el homeostato. Lo único que hubo fue una distorsión del entorno: nuestro cuerpo está acostumbrado a que el agua hidrate, pero hay agua que no hidrata. El cuerpo sigue percibiendo su propia hidratación correctamente. El estado de equilibrio que busca regular sigue siendo el mismo. Entender que la sed se cura con hidratación y no con mera agua permite buscar agua dulce y perder toda necesidad de beber agua de mar.
Todo indica que la adicción a las redes sociales funciona así. Nuestro sistema nervioso tiene un homeostato que se dedica a mantener el equilibrio de estar bien con nuestros pares, es decir, pertenecer a una comunidad que está agradecida de nosotros y nuestra existencia.
Mientras evolucionamos, el chisme era una excelente herramienta para mejorar nuestra situación comunitaria. El chisme era el oro de la prehistoria. Nos mostraba qué quería nuestra comunidad y qué no quería, nos mostraba quiénes eran populares y quiénes no, era el mapa perfecto para navegar nuestras comunidades y acercarnos a nuestros pares del modo más orgánico y efectivo posible.
Así como la deshidratación nos causa sed de agua, la necesidad de relaciones genuinas nos causa sed de información. Así como no toda el agua hidrata, no toda información se traduce en bienestar comunitario. Entender que Dua Lipa o Sam Altman son populares no me ayuda en nada porque jamás podría hacerme amigo de ellos. Entender la última pelea en Gran Hermano no me ayuda a navegar mi comunidad cercana. Aprender que los patitos en la cabeza dejaron de estar de moda no afecta en absoluto mi relación con mis cercanos.
No sólo es información que no me ayuda, sino que puede alejarme de lo que sucede a mi alrededor. El agua salada termina generando más sed, y los náufragos inexpertos que cedan ante la sed seguirán bebiendo agua salada. Entender que necesitamos hidratarnos y buscar agua dulce es suficiente para saciar la sed y resolver la crisis.
Las redes sociales no son drogas, por eso me es tan fácil dejar el celular cuando me junto con la gente que quiero y me divierte. Dejar el celular y volver a vernos es suficiente para estar mejor. El desafío es que cada uno de nosotros ponga su parte de atención a las personas que tenemos cerca.
Hola!
Soy Juan, escribí el correo que acabás de leer. ¿Qué te pareció? Imagino que también reflexionaste sobre las redes sociales, me interesa saber qué opinás.
En esta misma línea, dentro de algunas semanas vamos a subir el borrador de un libro de psicología, sobre las emociones y las redes, a la misma página en que subimos el libro de economía para redes la semana pasada.
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