Por qué salvar a los héroes

En respuesta a Ursula K. Le Guin

Las historias suelen tener héroes, conflictos y armas. Dependiendo de qué tanto hayamos rumiado sobre el tema, esto nos puede parecer más o menos llamativo, verdadero o problemático. Ursula K. Le Guin, narradora experta y feminista, lo pensó mucho y escribió un pequeño texto titulado “The carrier bag theory of fiction” (traducido como “La teoría de la bolsa como origen de la ficción”).

Partiré del título para resumir su propuesta ¿por qué “la bolsa”? Le Guin contrapone la lanza y la bolsa como metonimias de las dos actividades prehistóricas más discutidas: la caza y la recolección. Los cazadores volverían de sus expediciones con historias emocionantes para contar y serían escuchados con atención, a pesar de que la verdadera subsistencia alimenticia del grupo se jugara en las bolsas de granos y frutos. Así, las historias parten de combates, se estructuran con lanzas y tienen al héroe en su centro, aquel valiente que da la estocada. 

A Le Guin esto no le gusta, así que propone una alternativa: sustituir la lanza por la bolsa, sacarle protagonismo a la historia violenta y rescatar lo que para ella es lo verdaderamente importante. Defiende que “contar una historia atrapante de cómo quitarle la cáscara a la avena salvaje” es difícil, pero no imposible, y que en última instancia ninguna narración es fácil de construir.

La propuesta es linda, pero pierde de vista una cuestión central, y discutirla me viene de maravilla para hablar de ética y literatura, y de por qué la Historia es algo más que un gran error injusto.

¿Por qué hacemos cosas juntos?

Hay un problema fundamental para pensar la injusticia del mundo, o la justicia de mundos posibles: la alineación de incentivos. Por qué colaboramos o no, por qué formamos comunidades, por qué unxs juntan en bolsas, por qué otrxs cazan. Por qué contamos historias sobre estxs últimos, y no sobre lxs demás. Decimos que los incentivos de una comunidad están alineados cuando lo conveniente para cada unx también es conveniente para el grupo. Cuando los incentivos se desalinean aparecen dos figuras que se destacan en las historias. Primero, quien se sacrifica en favor del grupo, pero también quien se beneficia a costa de él: el héroe y el villano, el bueno y el malo.

Quizá Leguin no estaría de acuerdo con ésto, porque ella no entendió al héroe como el que se sacrifica por otros, sino como quien ha robado por siglos un protagonismo inmerecido. ¿Por qué la historia de la cacería tiene un héroe y la recolección ni siquiera tiene historia? Para responder conviene  (como casi siempre) dar un paso atrás. 

Las historias aparecieron y siguieron existiendo porque nos recuerdan aquello que es importante. En caso de que hubiera unx recolectorx notoriamente más prolífico que el resto, habría pruebas físicas. Sin embargo, la prueba ante el grupo de aquella adrenalínica cacería es la historia del valiente que se arriesga y vence al mamut o jabalí salvaje, especialmente porque la presa suele traerse entre varias personas. La celebración de quienes hacen algo por el grupo es lo único que podría incentivarlos a repetir su hazaña,  pero la diferencia entre la recolección y la caza de una gran presa es que esta última sólo puede documentarse con testigos que cuentan la historia. 

Por otra parte, el heroísmo también es un recipiente: compartir carne con el grupo para ser retribuidx más adelante fue el primer modo que tuvimos de almacenar comida.

Si vamos a hablar de justicia, hay algo que me parece justo destacar. Los héroes no son -como sugirió Le Guin- las personas que se fueron a cazar un mamut en el tiempo libre que les permitían las bolsas llenas de recolecciones, sino sobre todo las que se enfrentan a cosas peligrosas. Creo que arriesgar la vida por aburrimiento es algo bastante moderno (y habría que ver si existe tal cosa, pero eso es para otra reflexión). El heroísmo no es solo  enfrentarse a un mamut cualquiera, también es enfrentar a un lobo hambriento o a un vecino belicoso. Además no se caza únicamente para comer carne, sino también para obtener abrigo y herramientas. Podemos achacar las injusticias del mundo civilizado a la prehistoria, o podemos tomarla como aliada en la búsqueda de respuestas.

Lanzas, bolsas y chismes: la paradoja de la atención

Si las historias tienen conflictos, es porque los conflictos nos interesan. Así funciona la atención, en general nos fijamos en lo distinto, lo que sale de la norma y puede alterar nuestra vida para bien o para mal. No observamos lo que siempre está ahí. Por eso hicimos mitologías sobre vientos, fuegos o tormentas, pero no sobre la gravedad o el aire que respiramos (y estaríamos en problemas muy serios si estos últimos desaparecieran). 

Pero hay otra cosa que también nos llama la atención, en la prehistoria y en el siglo XXI: el chisme. Probablemente el volumen de texto más leído por la humanidad hoy es Twitter, no novelas de fantasy medieval. El chisme prehistórico era la única manera de compartir información sobre las otras personas de un grupo, y especialmente sus aportes e infracciones. Si la información no se distribuye, no puede haber penalizaciones o celebraciones que efectivamente promuevan la cooperación. Al igual que la historia de una batalla, el chisme cumple un rol en la alineación de incentivos, y nos interesa escucharlo. Hay tantas historias de héroes y batallas como historias de amores prohibidos y traiciones.

La paradoja de la atención también nos juega malas pasadas a la hora de reflexionar. De toda la información que necesitamos barajar a diario, sólo una ínfima parte pasa por nuestro procesamiento consciente y discursivo. Es esperable que le demos más peso a las narrativas del que verdaderamente tienen, pero sabemos que la mayoría de los discursos se elaboran como consecuencias del estado de la red social, y no tanto como causas de ella. En el principio no fue el verbo, sólo fue lo primero que hicimos consciente.

No hay héroes sin historias, no hay Historia sin héroes

Leguin parte de una observación: todas nuestras historias tienen héroes. Podemos preguntarnos por qué en rebeldía, y responder rápidamente en defensa de la bolsa. También podemos preguntarnos por qué desde la curiosidad, apostando a entender antes de proponer la utopía. 

La centralidad del heroísmo nos dice que lo que más define no son las narrativas, sino la alineación de incentivos, de la cual las historias forman una parte fundamental. Las historias heroicas construyen incentivos allí donde no surgen solos. No se trata de que el relato del héroe borre u opaque otras figuras, se trata de que el héroe no puede existir sin relato y el héroe es necesario para mantener funcionando una comunidad con incentivos desalineados. El héroe no es quien pelea en defensa propia o se salva solx, el héroe hace algo difícil que es bueno para los demás. 

El heroísmo no está necesariamente atado al ejercicio de la violencia, ni es la única figura de reputación que surge como incentivo para contribuir al grupo. La clave del héroe está en hacer algo por los demás. Una diferencia entre guerrerx y curanderx es que lx segundx tiene un lugar seguro en la comunidad, en términos físicos y reputacionales.

Pero la diferencia más radical es que cazar o pelear suele hacerse “lejos” de la comunidad, mientras que curar se hace “cerca” y a la vista, y recolectar trae pruebas fehacientes del aporte de cada uno. Contar lo sucedido sólo hace falta cuando la hazaña no se ve. En la red humana, todos los aportes son remunerados con reputación, aunque sólo en algunos casos esto esté mediado por el discurso. Cuando el análisis filosófico se centra en el discurso, que es más causa que consecuencia de lo que sucede en la red humana, se llega a una imagen incompleta y a una propuesta ineficaz. Concientizar para intentar cambiar las narrativas no mueve la aguja de la acción social.

Con el desarrollo del capitalismo, se añadió la posibilidad de ser heróicx mediante el éxito económico después de haber tomado un riesgo financiero. 

Hay algo más que Le Guin no comenta, y es fundamental: el primero que inventa la lanza tiene ventaja. Desde el momento en que existe la posibilidad de ejercer la violencia para obtener cualquier tipo de ventaja militar, territorial o productiva, es necesario sostener la ética del heroísmo para sobrevivir. De alguna manera, sería ideal vivir en un mundo en que el heroísmo no fuera necesario, pero no estamos en ese mundo y en 2024, muy lejos del paleolítico, el heroísmo es más necesario que nunca. 

Nunca fue tan rentable la deforestación y la contaminación masiva. Nunca fue tan difícil no generar basura. Nunca fue tan accesible enriquecerse mediante especulación financiera. Nunca estuvo tan aceptado priorizarse a uno mismo. Nunca fue tan fácil cambiarse de bando o venderse al mejor postor. Nunca estuvimos tan desalineados como ahora.

No le regales el honor al macho

Que la ética del honor haya sido el eje rector de una sociedad machista no significa que tengamos que desechar el honor por completo. En comunidades pequeñas sin una autoridad central (como un grupo de amigos o una tribu del paleolítico) la reciprocidad y la reputación son nuestras mejores herramientas para ejercer justicia y regular la convivencia comunitaria. Regalarle el honor al macho es caer en una trampa auspiciada por los modernos, y lo mismo aplica con el heroísmo y la violencia. 

Asimismo, que la ética del heroísmo haya sido el eje rector de una sociedad violenta no significa que tengamos que desechar la noción de heroísmo. De hecho, la noción de heroísmo es fundamental para la resistencia de los grupos marginados. 

Fundar movimientos y sostener espacios cuando son rechazados por la mayoría es heróico. Fueron heróicas las primeras personas que participaron en marchas LGBT antes de que existiera el pinkwashing. Es heróica la primera persona que intenta organizar a sus compañerxs para formar un sindicato, arriesgándose a perder el trabajo. Son heróicxs quienes cada semana van a limpiar un río, sabiendo que la semana siguiente volverá a estar contaminado. Incluso en el desarrollo de la ciencia y la tecnología se han construido héroes. No es experimental escribir un guión de Hollywood sobre Alan Turing que se adapte al modelo narratológico clásico del camino del héroe. 

Todxs estxs héroes, que Leguin no se atrevería a defenestrar, lo son porque allanaron el camino a lxs que vinieron después. Resulta que el heroísmo violento también funcionó como mecanismo para unir personas y crear redes de colaboración, ya fuera en la caza o en la guerra. Y volviendo a las proyecciones del presente sobre el pasado, cada vez hay más evidencia arqueológica de mujeres cazadoras y guerreras.

La idea de tener que reconstruir nuestras narrativas saliendo del héroe y la lanza es una atrofia de la tendencia a poner el discurso en el centro del estudio de la sociedad; lo que nosotros llamamos discursivismo

Para cambiar el funcionamiento de una población no sirve cambiar la narrativa que construimos a posteriori, sino cambiar los mecanismos a partir de los cuales nos relacionamos y conectamos. Hace falta aprender a construir comunidades, en las que no necesitemos héroes para contrarrestar villanos. Y si acaso queremos pensar las novelas, las personas y la vida a partir de alguna herramienta prehistórica, que no sea una bolsa sino una red.

Buen sábado!

La nota que acabás de escribir fue escrita por Giovanna Cirianni. Es una de las primeras incursiones de la filosofía networkista en la teoría literaria, que es un campo de estudio que consideramos fascinante y prometedor.

Pronto vamos a hacer el tercer taller presencial de filosofía networkista, después de haber hecho los talleres de economía para redes y psicología para redes. El tercer taller será de ética para redes, y va a incluir temas como el rol sistémico del heroísmo y el tabú, el alcance limitado del discurso en la conducta social, y los efectos de la conectividad sobre los códigos sociales. Quedate atentx para más información!

Hasta la próxima,
Filosofía del futuro