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Pueblo y aceleración
Pueblo y aceleración
Pueblo y Aceleración
¿Qué fue de la teoría marxista después de la caída de la URSS y la globalización? ¿Qué vigencia tiene en las perspectivas filosófico-políticas del siglo XXI? Si tenemos que buscar entre sus derivaciones más heterodoxas, en la actualidad encontraremos a las teorías populistas y aceleracionistas. A grandes rasgos, las primeras suponen una lógica política dividida en el binomio nosotros-ellos, donde el pueblo se constituye a través de demandas formando construcciones hegemónicas, mientras que las segundas proponen la aceleración del desarrollo tecnológico con el objetivo de generar un cambio social radical. Existen diversos tipos de populismos y diversos tipos de aceleracionismos, pero ¿pueden ser compatibles estas ideas?
Efectivamente el populismo y el aceleracionismo no son propuestas necesariamente compatibles, aunque sí pueden darse conexiones interesantes en algunas de sus versiones. En Inventar el futuro: postcapitalismo y un mundo sin trabajo (2015) Alex Williams y Nick Srnicek, autores del Manifiesto por una política aceleracionista (2013), recuperan la teoría de la hegemonía y la concepción populista de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe.
Según ellos, el pueblo del populismo se constituye a sí mismo a través de un proceso interseccional llamado cadena equivalencial formado por demandas insatisfechas. Existirían dos tipos de demandas: las democráticas, que serían satisfechas o permanecerían aisladas; y las populares, que a través de su articulación constituirían una subjetividad social más amplia. Cuando la movilización política alcanza un alto nivel de intensidad y participación, estas demandas constituyen un sistema estable de significación. La unificación de demandas populares genera una cadena de equivalencias que, al suponer un antagonista común (quien obstaculiza o motiva las demandas), permite la construcción de una identidad propia que nuclee todas las identidades parciales, de modo que sin perder su particularidad ni ser idénticas, se den como equivalentes. A su vez, mientras las luchas democráticas suponen una pluralidad de espacios, las luchas populares tienden hacia la división social en dos campos opuestos: un nosotros que demanda y un ellos antagónico. Esto último se da cuando una parte, por ejemplo, la plebs (los menos privilegiados) reclama la representación del todo, es decir, el único populus posible (el cuerpo de todos los ciudadanos).
Lo que Williams y Srnicek rescatan de la propuesta populista es el modo de construcción hegemónica del pueblo: la articulación de demandas y la definición de un antagonista común. Para todos estos autores el antagonista general es el capitalismo, aunque el enemigo particular más urgente es el neoliberalismo, que atenta contra los excluidos del sistema, contra la clase trabajadora por un proceso de creciente pauperización, contra las mujeres y las minorías. Este enemigo atenta también contra sí mismo, impidiendo el desarrollo de sus fuerzas productivas y arruinando todo ecosistema posible donde pueda haber vida. Su hegemonía es tan potente que desde la izquierda se impuso el derrotismo, el cinismo, la melancolía, impedimentos para imaginar un futuro o sostener una utopía.
Desde el inicio del Manifiesto por una política aceleracionista sus autores expresan la urgencia por construir un orden contrahegemónico: "La elección que afrontamos es crítica: o un postcapitalismo globalizado o una fragmentación lenta hacia el primitivismo, la crisis perpetua y el colapso ecológico planetario". Pero esta construcción política alternativa no puede darse en un juego de todo o nada: “una política sin demandas no es más que una colección de cuerpos sin propósito. Cualquier visión significativa del futuro planteará propuestas y metas” sostienen Williams y Srnicek, apuntando al neoliberalismo más que al capitalismo, con el fin de establecer un nuevo equilibrio entre las fuerzas económicas, políticas y sociales. Consecuentemente, su filosofía política retomará la idea de praxis marxista combinada con una exhaustiva tecnificación de la programática política.
En Inventar el futuro los objetivos populistas para la construcción hegemónica de una política aceleracionista pueden reducirse a cuatro:
Automatización tecnológica plena cuya finalidad sea minimizar el trabajo necesario.
Reducción de la semana laboral sin reducción salarial como respuesta a la ascendente automatización tecnológica, con el objetivo de obtener beneficios relacionados a la salud psíquica y al medioambiente por reducción energética. La rebaja del tiempo de trabajo funciona como táctica temporal en la lucha política y fortalece el movimiento trabajador desde el cual se negocia económicamente.
Implementación de un Ingreso Básico Universal (IBU) incondicionado que permita la subsistencia de sus beneficiarios, cuya utilidad sería por un lado económica, en aspectos tales como la reducción de la pobreza, mejora de la salud pública, reducción de los costos sanitarios, menor abandono escolar, disminución de delitos menores, más tiempo para la familia y amistades y menos burocracia estatal, y por otro lado tendría utilidades políticas, en tanto anularía la asimetría de poder entre mano de obra y capital (ya que lxs trabajadores podrían elegir si quieren o no trabajar), se revalorarían los trabajos (incluyendo el doméstico y aquellos en relación de dependencia peor pagos), y el desempleo dejaría de ser un estado de inseguridad para ser uno de flexibilidad voluntaria.
Menoscabo de la ética del trabajo, residuo religioso que pondera de forma alienante el sacrificio impidiendo la identificación de clase entre trabajadores pobres y desempleados, cuyo abandono sería clave en la construcción de un mundo postrabajo.
Construir una hegemonía racional y afectiva que utilice la tecnología con fines de cambio social radical es la tarea del populismo aceleracionista. Contra las formas de status quo que proponen velocidad tecnológica al servicio del capital sin aceleración o políticas izquierdistas folk que desgastan sus fuerzas en objetivos poco estratégicos, el populismo aceleracionista propone una praxis marxista en tiempos de capitalismo cognitivo. ¡Trabajadores y máquinas de todos los países, uníos!